José María Arguedas jugando con un gato en una de sus tantas visitas a pueblos del Perú.

Un 18 de enero de 1911, nace José María Arguedas en Andahuaylas, zona andina que por su pobreza le permitió vincularse con una realidad de la sociedad andina que le permitiría sensibilizarse y con ello trasladar sus experiencias en su variada obra literaria.

Su madre fallece cuando él tenía tres años. Después de un tiempo, su padre, que era abogado, empezó una nueva relación de pareja. Algo que afectó a Arguedas, dado que su madrastra le hizo vivir en primera persona, las desigualdades y contrastes de la vida del indígena y del gamonal, al maltratarlo y dejarlo en la cocina con los llamados indios, mientras su padre salía de viaje por largos periodos.

Sus estudios secundarios los realizó en las ciudades de Ica, Huancayo y Lima. Luego estudió literatura en la Facultad de Letras de la UNMSM.

El legado de Arguedas desde la visión de su alumno

Rodrigo Montoya, antropólogo, sociólogo, escritor, colector de canciones y, además, alumno de José María Arguedas, quien enfatiza la labor de este notable académico enmarcando su visión de país y la tarea para las nuevas generaciones.

Montoya señala que Arguedas nos deja dos grandes cauces que deben ser de pleno desarrollo en la visión antropológica, “el socialismo no puede ser incompatible con el mundo mágico de los indígenas en general (Todo tiene vida, todo tiene espíritu), su punto de vista refuerza la idea de que lo tradicional y lo moderno se dan de manera conjunta, coexisten, los pueblos son modernos y al mismo tiempo tradicionales y viceversa. Esto fue fruto del incansable trabajo de campo en Puquio y de las lecturas básicas que formaron su posición política”.

Lo segundo, “Arguedas plantea una solidaridad efectiva con los pueblos andinos, siempre que había algún tipo de abuso en contra de los pueblos indígenas, los representaba alzando su voz de protesta y reivindicando la hermosura de la sierra mediante su literatura”, agrega el estudioso del literato peruano.

De esta forma, Rodrigo Montoya manifiesta que estas fueron las bases para que se construya otra forma de ver la antropología en la UNMSM, y por ende una nueva visión de la Identidad Nacional. Sin embargo, “no fue valorado en su momento, quien sabe por qué. Luego dejó de enseñar en San Marcos sin que se le reconociera como docente a tiempo completo; se fue a enseñar quechua a la Universidad Agraria, a pesar que no había su especialidad”. Luego recalca con algo de pesar, “me limito a señalar la contradicción tan grave de cómo un antropólogo de lustre como José María Arguedas, graduado de Doctor, no podía enseñar en San Marcos a tiempo completo, y tuvo que irse a la Universidad Agraria, dejando por completo sus clases en San Marcos”.

La nostalgia y el agradecimiento son signos notables en las declaraciones del profesor Montoya, quien destaca el valor agregado a la enseñanza de Arguedas, “los alumnos que pasamos por sus manos, aprendimos a tener un espíritu antropológico de solidaridad y de profundo compromiso con la cultura quechua”.

Literatura y Antropología, los frentes de Arguedas

En su trabajo, José María Arguedas demostró una narrativa impactante y una investigación antropológica constante, por ello, Rodrigo Montoya señala que sería mezquino referenciar que Arguedas sólo destacó en una de estas dos disciplinas.

Rodrigo Montoya resalta que, José María Arguedas fue una persona que combinó la antropología y la literatura todo el tiempo, “en Los Ríos Profundos, construye a Ernesto a su imagen y semejanza, como un hombre andino en su totalidad, mágico, que habla a través de la naturaleza con su padre, insertando la antropología como entendimiento de esta ideología quechua”.

“En Los Zorros de Arriba y Los Zorros de Abajo, Arguedas vuelve a su trabajo de campo. Luego de una época económica difícil, va a la Universidad Agraria a enseñar quechua y propone a las autoridades realizar un estudio sobre el folclore en Chimbote, lo que sería realmente una excusa para que se le subvencione su estadía en aquella ciudad. Chimbote era en ese momento la capital de la pesquería en el mundo, por su producción de harina de pescado. Lo que significó la llegada de miles de ancashinos para trabajar en la industria; con esa visión única, recopiló información para plasmarla en su obra”, sostiene el Dr. Montoya.

Es así como el profesor Rodrigo Montoya refuerza la idea: “los que conocemos su vida afirmamos que la antropología y la literatura coexisten en el mundo arguediano, no se oponen, muy por el contrario, una sirve a la otra y la enriquece”.

Arguedas y su pasión por la enseñanza

José María Arguedas fue un apasionado de la enseñanza y sus nuevas didácticas hizo que su trabajo sea reconocido por sus amistades. “él hizo un hallazgo maravilloso en la educación, propuso que el curso de lengua y castellano sea un curso de vida, no un manual de presentación de obras, sino una presentación de la literatura andina”.

Montoya destaca que en Sicuani, Arguedas solicitó a los estudiantes de primaria que recolectaran las leyendas e historias de sus pueblos. Esa compilación demostró una riquísima literatura, en una época donde el Cusco tenía arte y teatro en quechua.

“Esta experiencia, se la hizo llegar a su amigo, el ministro de educación Cueto Fernandini, es allí donde lo traen nuevamente a Lima para implementar la experiencia pedagógica de Arguedas”, relata Montoya

“Aquí, entre la obra revolucionaria de educación, y la burocracia agobiante del ministerio, Arguedas empieza a penar, es donde se da cuenta que la clave era ser antropólogo”, enfatiza el estudioso.

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